
Ilustración de Jack Hugues.
Por Mildred Largaespada
Este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, quiero celebrarlo leyendo por milésima vez el libro Mujeres que corren con los lobos, de Clarissa Pínkola Estés. E invitar a leerlo. Su lectura me produce muchos estados de ánimo. Me hace sentir bien, feliz, me estremece, hace llorar, me conecta con la vida de todas las mujeres del mundo, me acerca a las vidas de las mujeres de mi familia, me da mucha fuerza, me cura mis heridas, las cicatriza, me enriquece.
En el libro ella desarrolla el arquetipo de la mujer salvaje. O bien, desentraña cómo fue que a las mujeres les fueron (y siguen) quitando sus fuerzas. Y propone cómo recuperarlas. Esa es la mejor parte del libro. Todo lo expone usando historias arquetípicas y comentando con su experiencia como sicoanalista y cantadora de cuentos.
Conviene leerlo varias veces -me dijeron la primera vez- y es cierto, porque en su relectura encontrás detalles que se te pasaron por alto, porque quizá no estabas preparada para comprenderlos. Pínkola Estés es escritora, cantadora de cuentos, sicoanalista que ha trabajado en atención postraumática, profesora universitaria.
Aquí les dejo dos frases suyas:
«Si has intentado encajar en algún molde y no lo has conseguido, probablemente has tenido suerte. Es posible que seas una exiliada, pero has protegido tu alma… Es peor permanecer en el lugar que no nos corresponde en absoluto que andar perdidas durante algún tiempo, buscando el parentesco psíquico y espiritual que necesitamos. Jamás es un error buscar lo que una necesita. Jamás». (Clarissa Pinkola Estés, Mujeres que corren con los lobos).
(Miren qué fabulosas las ilustraciones de Jack Hugues sobre cómo mira a las mujeres de este siglo).
«La que no sabe aullar no encontrará su manada». (Clarissa Pínkola Estés, en Mujeres que corren con los lobos).
La manada está compuesta por mujeres y hombres, dice la autora. Ya encontré a mi manada.
