Por Mildred Largaespada

Poco a poco se va armando el rompecabezas de la justicia de Nicaragua. Las más recientes declaraciones del director de la Policía Nacional, Francisco Díaz, han colocado una de las piezas importantes al confirmar que fueron miembros de la policía y otras personas disfrazadas por ellos mismos quienes dispararon con precisión para matar a más de 300 personas en lo que se conoce como la peor matanza en tiempos de paz ocurrida en el país.

Aunque la verdad ya es conocida puesto que existen decenas de testigos de cada uno de esos asesinatos, la novedad es que es el mismo Díaz quien coloca la pieza del rompecabezas con sus propias manos. Cobijado por la bandera rojinegra, parece sentirse satisfecho con su escudo legalista y orteguista, y se muestra abandonado por todo razonamiento ético. La que ha colocado Francisco Díaz es una de las piezas ensangrentadas del puzzle nicaragüense.

No tiene sentido contra-argumentar las ideas del director de la policía puesto que ninguna palabra será más reveladora como ya lo son las jóvenes tumbas que visitan las madres, padres, familiares y amistades de los asesinados. ¿Cómo habrá sido recibida esa información en aquellos hogares que todavía visten luto?

Sí conviene escuchar a Díaz confesar la autoría de los delitos y a su vez hacernos la pregunta ¿cuándo es lícito matar a más de 300 personas? El primer Comisionado de la Policía Nacional quiere que dotemos a la matanza de legalidad y que la incorporemos como un rasgo de la cultura nicaragüense: “tierra de lagos y volcanes, aquí es legal asesinar a 300 personas”, vendría a decir. Por supuesto que nos tenemos que negar a que se nos imponga tamaña cultura del asesinato a la identidad nicaragüense. Nos vamos a negar a ello.

El rompecabezas de Abril está próximo a terminar y la imagen no está por adivinarse, pues ya es dolorosamente conocida y vivida. La figura final nos muestra el mapa y recorrido por los que Nicaragua nunca debería volver a transitar.

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