Mildred Largaespada

Francisca

In Periodismo on 26 marzo, 2019 at 11:31 pm
Francisca Ramírez, lideresa campesina de Nicaragua. Fotografiada en Madrid, España en marzo 2019. Photo by Mildred Largaespada ©

Por Mildred Largaespada

Francisca era una niña de 7 años cuando presenció un ataque militar que duró “cuatro horas o cinco”. Ella, refugiada en su casa, escuchaba el tiroteo entre sandinistas y contras que se mataban entre sí en aquella guerra de Nicaragua de los años 80. Luego miró cómo las mujeres iban a recoger los cuerpos ensangrentados, aún calientes. Iban las mujeres porque los hombres andaban en la guerra, o huyendo de ésta. “Quince y hasta 20 muertos de ambos grupos. Los que eran del Fsln ahí los dejaban botados y los que eran de la contra ahí los dejaban botados y al final los echaban juntos. Hacían una sepultura y ahí echaban. Terminaban juntos”, dice.

Esa niña obligada a perder su inocencia es ahora la mujer de 42 años que habla en esta cafetería de Madrid adonde vino para denunciar una nueva matanza en su país, perpetrada bajo las órdenes de Daniel Ortega, el dictador que la gente ya no quiere más.

Es Francisca Ramírez una lideresa campesina cuya voz pública se alzó primero en su familia, luego en su colonia, después en su región, y en su país provocando eco internacional. Una voz que habla de una pesada verdad: denuncia que el gobierno de Ortega quiere apropiarse a la brava de las tierras de las y los campesinos para construir un proyecto de canal interoceánico, un negocio redondo para su bolsillo y el de su círculo más cercano. Denuncia la masacre de entre 300 y 500 personas, según organismos de derechos humanos. Y exige al mundo que paren a Daniel Ortega.

Lideresa campesina -le dicen- aunque realmente “el campo” en esa zona de Nicaragua es la pura montaña tropical, la selva con el verde oscuro en las hojas de los árboles, la lluvia pertinaz, el barro perenne en las botas y sin industria. Allí en la colonia La Fonseca nació Francisca. Debido a la guerra, estudió solo la primaria.

Criada por su madre, sin saber de su padre –“solo le vi una vez”, dice- con cinco hermanos: Byron, Marbellí, Víctor y “una hermanita que se murió durante los tiempos de la guerra por falta de asistencia médica. Murió por un vómito”. Todos ellos fueron amenazados desde que empezaron a protestar por el canal interoceánico en el 2013 y ahora, integrados a la resistencia cívica autoconvocada de Nicaragua, 41 miembros de su familia viven exiliados en Costa Rica, país donde también reside Humberto Ortega –él sí legalmente-, quien fue el jefe del ejército que dirigía aquellos combates que Francisca miró cuando era una niña.

¿Y Usted se considera sandinista, no sandinista, contrarevolucionaria, de derechas, izquierdas; o qué?

“La verdad es que yo no he terminado de identificar qué significa la derecha, la izquierda. He visto que las ideologías han hecho sufrir a los pueblos porque he hecho muchas preguntas de la guerra del 80: ¿quién salió ganando? ¿quién salió perdiendo? Sé que hubo 50 mil muertos de los bandos, entre el 80 y el 90.

“Creo que es muy importante que los pueblos luchemos por derechos, por los derechos ciudadanos que nos corresponden y respetar cada ideología de cada persona porque el respeto a las personas, eso es como la paz. No tengo que ser enemiga de aquella persona porque no piensa como pienso yo, pero yo debo respetar sus derechos”.

Según quién la enuncia, Francisca son varias: entre sus vecinos y amistades la conocen como “la Chica”, el diminutivo nicaragüense para las Franciscas. Con su aparición en las noticias los medios de comunicación la nombraron “doña Chica”. El Doña se le ofrece en Nicaragua a las mujeres de mayor edad, también para las de elevado rango social, y a las de carácter serio; también para las señoras que venden en los mercados. En España, donde a las Franciscas llaman Paca, la nombran por su nombre completo y la tutean Francisca-Ramírez.

Muchas veces ya entrevistada a propósito de las marchas anti canal interoceánico, en las fotos publicadas aparece siguiéndola un montón de hombres y mujeres, campesinos de su zona. Si te fijás bien en las fotografías, la mayoría son jóvenes. Las y los millenials de las ciudades antes no les reconocieron como suyos, quizá porque el arduo trabajo al que se dedican acelera los signos físicos de la edad, quizá por otra cosa. Los partidos políticos no les apoyaron en sus marchas porque no identificaron ideología compartida en la lucha por la tierra que les quieren arrebatar. El partido en el gobierno les dio la espalda, y Ortega ordenó reprimirles con antimotines de la policía y con el servicio secreto que actuó con amenazas e intimidaciones.

Francisca es una de las mujeres de la Nicaragua que empuja desde adentro, de las profundidades del campo y la montaña hacia una capital del país que solo les reconoce cuando protagonizan actividades de riesgo para sus vidas. También les reconoce cuando se percatan que la mayoría de lo que comen es cultivado por ellas y ellos.

Se dice en varias entrevistas que se empezó a saber de ella desde el 2013 cuando empezaron las protestas por el canal, pero no dicen de ella que antes de eso ya era una emprendedora, una empresaria, una mujer que ideó un negocio, lo impulsó, desarrolló hasta que rindió frutos: compraba la producción cercana y la iba a vender al mercado de mayoreo y al oriental. A casi todas las mujeres que emprenden negocios y prosperan las nombran como comerciantes, sin reconocer la ingeniera específica que han diseñado para levantar un negocio en condiciones muy difíciles.

¿Quién era Usted antes de que empezara Ortega a amenazarla por defender sus derechos?

“Yo era una comerciante que producía la tierra en la zona de Nueva Guinea, que compraba productos de otros campesinos e iba a los mercados nacionales a vender algunas cosas como el quiquiste, jengibre, yuca, frijoles, maíz, a veces compraban los mercados internacionales. Eran cantidades de hasta mil quintales que recogíamos, es una zona muy productiva, teníamos un roce social muy grande con el campesinado. El negocio empezó pequeño y después se fue haciendo muy grande.

“Con toda mi familia, mis hijos, mis hermanos, estábamos involucrados. Porque trabajábamos la tierra, teníamos transporte para sacar productos para la capital. Tenía 20 años de tener esa línea, esa manera de comerciar. Eso me había ayudado a comprar mis tierras, comprar las casas para mis hijos, ubicar a mis hermanos, mi hermana. Ya tenía cada quien su tierra. Éramos una unidad que trabajaba en conjunto para poder salir adelante. Pero en el 2013 nos cambia la historia”.

¿Qué pasó para que la historia cambiara?

“Vengo de una familia muy pobre, quedamos en extrema pobreza en el 90, sufrí mucha hambre, no teníamos techo donde vivir, ni vivienda propia. No teníamos tierra donde trabajar, no teníamos cama, dormíamos en el suelo, mi mamá nos acomodaba en cualquier lugar, sufríamos mucha hambre porque era una madre soltera con 5 hijos. Fue horrible. Entonces miré mucho sufrimiento -que sufrí yo y sufrieron mis hermanos. Siempre me soñé que cuando mis hijos nacieran no pasaran lo que ellos pasaron.

“Entonces, a la edad de 9 o 10 años comencé a trabajar pensando en el futuro sin ver día, sin ver noche, sino pensando que mis hijos ya vivieran otra vida. Me junté con mi esposo –Migdonio López Chamorro, 50 años- y empezamos a trabajar como si nunca íbamos a morir, soñando que cuando tuviéramos una edad íbamos a poder descansar en nuestra finca, tener con qué sobrevivir los días que viviéramos.

“En eso estábamos cuando sale la noticia que el proyecto del canal era la salida de la pobreza. Lo vimos en los canales de tv oficialistas y con eso nos llenamos de esperanza. Pero no sabíamos que detrás de esa gran mentira estaba una concesión que era la entrega de la soberanía de Nicaragua, y la ley 840 que era la manera en la que íbamos a ser expropiados. Me di a la tarea -yo y otros campesinos- de leer los 25 artículos. Y los 25 artículos nos dejaban despropiados”.


Mujer, sabiduría, tierra

Por Xóchitl Mejía (*)

Su mirada es el horizonte mismo.  Imposible no sentir su firmeza, su claridad. Sus ojos creen y confían, pero también luchan y determinan su andar. La valentía que encarna es la de la naturaleza misma, de la selva y del volcán. Es la fuerza de todos los ríos juntos que saben desde siempre hacia donde van. Su rostro carece de edad descriptible, como si siempre hubiese existido. La vistió la tierra con su tueste de barro y calor de vertical intensidad. Otorgándole la fuerza en la que todo crece. Ella creció gigante y la volvió árbol, pilar.

(* Periodista y escritora nicaragüense)


Así empezó la resistencia de los campesinos. La gente de la zona donde vivía Francisca empezó a ver cómo llegaron “unos chinos” protegidos por el ejército a medir sus tierras, sin que nadie les pidiera permiso. “Eso me indignó, nunca antes del 2013 había andado metida en nada. Porque mi visión era salir y sacar adelante a mi familia, no iba a una reunión de mi comunidad, nada más que en solidaridad con personas enfermas, que fallecían, que no tenían cómo moverse, me gustó mucho la solidaridad desde pequeña”.

Para ese entonces Francisca tenía 37 años y nuevamente alguien había decidido dónde tenía que vivir, y cómo morir. “Habían decidido que teníamos que morir en la miseria. Entonces comenzamos a luchar contra un dictador con todos los poderes”.

¿Cómo se convierte en líder esta mujer? Resumido: A ella la llegaron a buscar para “hacer algo contra eso” y ella no dijo que no. Llegaron como 100 campesinos a preguntar qué hacer. Ella dijo no sé, pero vamos a preguntar.

“Móntense en la camioneta. Se montaron unos 15 y fuimos a donde los padres porque no teníamos a nadie que hablara por nosotros. No había dicho nada el sector privado, ningún sector que representa a los pueblos. Todo estaba bajo un enredo o algo bien marcado. Fue un 5 de diciembre. Y le dijimos al padre que estábamos preocupados, que los chinos se estaban metiendo en nuestras tierras. Nos advirtieron del peligro y nos apoyaron. Y el 17 de diciembre de 2013 hicimos la primera protesta”.

Se refiere a los sacerdotes de la iglesia de Nueva Guinea, conocidos como padre Paulo y padre Mariano. Ambos españoles, que por andar apoyando a los campesinos fueron expulsados del país. (Para saber qué es de ellos extendí mis redes periodísticas y no conseguí ubicarles para saber qué hacen ahora).

Ya habían comenzado protestas en Rivas, Río San Juan, la Isla de Ometepe, sitios por dónde Ortega había planeado que se abriera una gran zanja para verter las aguas de la abundancia que bebería su familia y más cercanos, partiendo en dos al país. Laureano, el hijo de Ortega, convertido en elegante vendedor empezó a ofrecer el proyecto a inversionistas nacionales e internacionales. El negocio parecía jugoso en las calculadoras. Ortega hasta modificó la Constitución Política del país para que le cuadraran sus deseos. Ya se miraba el Comandante cruzando el canal subido a un barco, tal cual cruzan los vencedores sobre sus caballos galopando en la tierra arrasada. ¡Cómo unos cuantos campesinos le iban a echar a perder su proyecto!

Fueron casi 5 mil campesinos a protestar del 17 al 24 de diciembre. Ortega reprimió con fuerza. “Fue la primera masacre que hizo el gobierno de Ortega. Ahí completamente se nos dañó toda la historia, hasta la actualidad. Ya nosotros como campesinos vivíamos la persecución de Ortega que el mundo conoce desde el 18 de abril”.

Marcharon 97 veces más. Enfrentando antimotines, policía, amenazas, guerra sicológica, bombas lacrimógenas. Ortega con todo su poderío militar intentando poner su bota y esa gente resistiendo.

En esa refriega estaban cuando llegó Abril a Nicaragua y estalló todo el descontento. Precisamente inició con una indignación universitaria para que no dejaran quemar el bosque de la reserva de Indio-Maíz. Ya se sumó más gente y más. Ortega empezó a disparar con francotiradores a los jóvenes que protestaban. La indignación escaló en todas las capas sociales, en todos los lados, en todo el mundo.

“Por 5 años nos mantuvimos solos en las calles, sin tener respaldo de otros sectores populares, más que las feministas que sacaban comunicados cuando la represión, algunos organismos de derechos humanos como el Cenidh que siempre nos acompañó por todos esos años”.

¿Qué pasó cuando viste que en abril se levantó la gente para protestar?

“El dolor que habíamos vivido por 5 años del 2013 al 2017 había sido un dolor terrible, al 2018 nunca habíamos tenido un respaldo popular de todos los sectores de Nicaragua. Pero cuando vimos la primera masacre del gobierno del 18 de abril al 20, nosotros –estamos organizados, somos bien unidos y fuertes como organización- dijimos: «no nos queda más que lo que no hicieron en su momento otros sectores ahora lo hagamos el movimiento campesino». Y ya fue que comenzamos desde el 20 de abril a protestar exigiendo el cese de la represión y para que hubiera justicia. Así hasta la actualidad”.

“Ya venían ocurriendo asesinatos en Nicaragua desde que Ortega llegó al poder, pero no los habíamos podido visibilizar, mostrar que era una persona que estaba asesinado al pueblo y hoy sí lo hemos podido mostrar. Ha sido doloroso perder tantos jóvenes. El futuro que ellos habían pensado tener se los quitó el régimen de Ortega”.

¿Cuál es su pronóstico, cómo va a terminar esto?

“El pueblo de Nicaragua es el pilar fundamental de la lucha cívica y pacífica y sentimos que como pueblo ya hemos demostrado que Daniel Ortega es una persona criminal, violador de derechos humanos. Hoy hay organismos que son los que deben ver por las democracias de los pueblos, entonces creemos que la comunidad internacional, el consejo de Naciones Unidas tienen que sacar una resolución en contra del régimen porque Daniel Ortega ya no puede seguir gobernando Nicaragua, es un presidente que comete crímenes de lesa humanidad.

“Creemos que nosotros ya hemos hecho nuestra parte de presionar, de demostrar que somos víctimas. Tenemos que seguir organizándonos, seguir luchando hasta lograr nuestro objetivo que es crear una democracia verdadera. Ellos tienen la responsabilidad ahora de realmente responder por todo el daño que estamos viviendo en Nicaragua y que las personas que han cometido crímenes de lesa humanidad paguen”.

Piden que termine de conversar con Francisca, ya se tiene que ir con la gente de la Articulación de Movimientos Sociales de Nicaragua. Le solicito hacer fotos y vídeos. Accede. Sonreí, le pido. No sonríe. Se muestra seria. Ocurre con mucha gente ahora en Nicaragua, muestran en las fotos un semblante serio. Que no apague la sonrisa el dictador, le digo. Ahora sí sonríe, pero por la ocurrencia.

Una última pregunta: Si hubieras podido en su momento ¿qué te habría gustado estudiar en la universidad?

“Me habría gustado aprender a ser agrónomo, para trabajar la tierra. Me encanta la tierra, es como nuestra madre. Saber que, si cuidamos el medio ambiente, hay agua. Creo que me hubiera gustado estudiar algo que tuviera que ver con la tierra”.

@1001tropicos

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