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Por Mildred Largaespada
Quizá estuvo aquí La Gitana, moviendo sus faldas adornadas con cuentas de cristal y agitando su larga cabellera, danzando alrededor de la Reina Sofía en el momento justo en que se inclina y entrega a Claribel Alegría el XXVI Premio de Poesía Iberoamericana. Quizá bailó creando un círculo, las dos mujeres en el centro del Salón de las Columnas de Palacio Real, en Madrid, anoche con 300 invitados.
Si estuvo, solo Claribel la miró.
Es La Gitana una mujer que la laureada poeta es capaz de ver, y que miró por vez primera a los nueve años y la hizo nacer para la realidad en un pequeño cuaderno escolar en el que, con caligrafía infantil escribió: “La gitana me vino a ver anoche”.
¿Pero quién es ella, tu musa, alterego, qué es?, le preguntan los mortales a la poeta, definitivamente extraviados al escuchar la historia que les obliga a salir de la vida mundana y entrar al territorio de la poesía, esa inmensidad en la que todo es posible.
No quiere nombrar la poeta a su Gitana con palabras mortales, siendo como ha sido ella misma la primera sorprendida por la presencia de esta entrañable mujer cuya función es acompañarla en su vida poética, que es la vida de Claribel. Ha estado con ella siempre, se hablan, confiesa con naturalidad, mientras se acomoda en su silla de ruedas en el interior de la habitación del Hotel Preciados en el centro de la capital española, donde ocurre esta entrevista. Lee el resto de esta entrada »